Ensayos RdL

Mare Nostrum

Creo que el título que el escritor valenciano Rafael Chirbes le ha dado a su libro ilustra bastante claramente su contenido, Mediterráneos. No estamos ante un libro de geografía descriptiva, ni ante un manual de historia, ni de geopolítica. Tenemos con nosotros una introducción a las diversas maneras de mirar y sentir el Mediterráneo. Rafael Chirbes encabeza Mediterráneos –un conjunto de artículos escritos expresamente para la revista Sobremesa, pero reelaborados para darles a los mismos un tono unitario– con una cita de Ferdinand Braudel. El gran historiador francés pide en la cita, para la lectura de su libro capital El Mediterráneo y el mundomediterráneo durante el reinadode Felipe II, una recreación casi novelística. Chirbes acepta

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Blasco Ibáñez vestido de clásico

Cuando el hoy tan olvidado Julio Cejador escribía los últimos volúmenes de su prolija, pintoresca e interesante Historia de la lengua y la literatura castellana (1915-1922), recurrió a un singular expediente: solicitó de los propios escritores los subsidios biográficos y bibliográficos necesarios y, en muchos casos, los incorporó literalmente a su trabajo. El resultado fue un epistolario nutridísimo que el buen ex jesuita se hacía llegar al Ateneo de Madrid. Un montón de años después –en 1965– el erudito chileno Sergio Fernández Larráin tuvo a bien organizar dos cumplidos tomos con la correspondencia hispanoamericana de Cejador que editó la Biblioteca Nacional de Chile, pero no me consta que nadie haya hecho lo propio con la

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Monólogo de aullidos y fantasía

A muchas almas nobles les parte el corazón reconocer que la inmensa calidad literaria de Louis Ferdinand Céline convivió siempre con su monstruosidad moral. No hay quién lo entienda. George Steiner, por ejemplo, apeló a la deformidad y monstruosidad anticlásica de la obra celiniana para poder entender de algún modo esa extraña mezcla entre el escritor de genio y el fascista. Ahora bien, si hemos de ser justos veremos que o aceptamos que Céline escribía muy bien y a la vez –lo que parece inexplicable– era un cerdo nazi y un ideólogo del asesinato de millones de judíos, o bien suponemos que si su obra es como es no tendría explicación si no hubiera sido

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Honda voz de las cosas

Escribía Eliot que la poesía es el punto de intersección de lo intemporal con el tiempo. A veces, en ese equilibrio, siempre inestable, prevalece lo temporal, lo histórico, sobre todo si en el contexto en el que el poema se escribe la historia acucia, hostiga, ata. Eugenio de Nora, poeta inexcusable de la leva testimonial de nuestra literatura de posguerra, ha mantenido hasta ahora en el anonimato los poemas que componen No he de callar…, un breve e intenso libro que, desde la poesía sin adjetivos, nos habla de un tiempo oscuro y nos restituye imprescindibles retazos de nuestra memoria colectiva. Lo integran dos colecciones, Pueblo cautivo (1944-1946) y Otros cantos (1949-1951), que fueron publicadas

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De la poesía del olvido

«Tiempo: Beirut. Lugar: un día de agosto de 1982.» Tercer libro de la colección «Memorias del Mediterráneo», uno de los proyectos editoriales más interesantes de los últimos años. Después del libanés Jalid Zidaya y del jordano Abderrahmán Munif, aparece ahora el palestino (¿palestino?) Mahmud Darwish. Son autores cuyas vidas son novelas y que las cuentan como tales. Gracias al apoyo de Bruselas, las obras de esos escritores «mediterráneos» se están traduciendo simultáneamente a varios idiomas y poniendo de manifiesto que hay toda una literatura árabe, innovadora y audaz, que ha asimilado técnicas occidentales sin cortar sus raíces. Es una literatura en la que lo que importa es la vida y que, por ello, resulta siempre

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