Ensayos RdL

Crítica contemporánea de Adam Smith

Ortega cuenta la divertida historia de un noble caballero que parte hacia el frente de batalla y se despide así de su amada, que lo contempla desde una almena del castillo: «Adiós, amor mío, me voy a la Guerra de los Treinta Años». Nuestra limitada capacidad para enjuiciar lo coetáneo resulta, no obstante, de interés para ponderar el pasado desde el presente: resulta provechoso saber lo que se decía durante el fragor de unos combates, cuya duración y desenlace eran entonces incógnitos. En el mundo de las ideas, tal es el objetivo de la colección Key Issues, que ha publicado dos excelentes antologías que reflejan la opinión que sobre las obras de Adam Smith expresaron

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Del dicho al hecho

Leo Salgado es un joven que vive en un barrio periférico desamparado y ceniciento. Vive con Laura, su madre, que trabaja en una librería del aeropuerto y arrastra una vida de frustraciones junto a su marido, Julio, que es un nuevo rico insensible y vacío. Éste, un buen día, regala una cámara de vídeo a su hijo, sin saber, claro, que con ello está activando un mecanismo perverso e imprevisible. Porque Leo establece enseguida un vínculo enfermizo con Sonia –que así llama a su cámara– por el que nada de la realidad que él vive resulta ajeno al ojo del aparato. Su ambición, a la que Leo denomina «transparencia» o glasnost, es construir una película

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Pequeñas infamias (La pasión costarricense)

Atento lector, con su permiso voy a reproducir algunas de las palabras que aparecen en el prefacio de este libro: «Conoceréis a personajes que se entregan a sus vidas, y a veces a sus muertes, dejándose llevar por sus pasiones, sin reflexionar demasiado sobre las consecuencias de sus actos» (pág. 14). Terminada la lectura de la novela puedo dar fe, no sólo de que, en efecto, los personajes son apasionados e irreflexivos, sino también de que la obra en su conjunto (sentido, narración y lenguaje) es, en solidaridad con aquéllos, apasionadamente insensata, como si, raptado por sus personajes y víctima de un extraño síndrome de Estocolmo, el narrador hubiera acabado actuando (literariamente) igual que ellos.

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El año de 1998

El año de 1998 ha ido añadiendo cruces al territorio de la cultura portuguesa y de mi memoria afectiva, cada vez menos zoco animado y más silencio y cementerio. Han muerto –por ahora– Wanda Ramos, que me había dado cita en Palma para estas mismas fechas, Carlos Eurico da Costa, ciudadano número arena-pantera de la ciudad de Palagüin donde consta que había cumplido hace tiempo las 6.753 botellas de edad, José Mª Lima de Freitas, el sabio que hablaba con Osiris del problema del número en Almada Negreiros y que pintaba en cifra, y, en fin, José Cardoso Pires (¿y ahora, José?), el penúltimo bardo de la República de los Cuervos, el del abrazo pronto y

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Nuevo mester de juglaría

Tildar de convencional cualquier texto de Fo (Sangiano, 1926) es siempre reduccionista y poco acertado. Pero ayuda a explicar la mayor difusión de títulos como Muerte accidental de un anarquista; ¡Pum, pum! ¿Quién es? ¡La policía!; Aquí no paga nadie o Pareja abierta, ya que responden a moldes de escritura más fácilmente asumibles por otras compañías o colectivos teatrales al no descansar tanto en el personalísimo talento interpretativo de su autor. No obstante, la intersección entre elementos clásicos de la tradición popular italiana y una investigación sobre el lenguaje encarnada en el trabajo corporal y la palabra viva del comediante, produce la vena de Fo más feliz y heterodoxa, la de los monólogos. Los dos títulos

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