Ensayos RdL

Épica, picaresca y testimonio

Durante años los críticos han valorado la narrativa de Isaac Montero ante todo por su proyección ética y moral, hasta el punto de calificarla en ocasiones como una prolongación de la novelística social o de testimonio que gozaba de plena vigencia en el momento en que el autor publicaba sus primeros escritos. Estas opiniones no dejan de ser acertadas, ya que antes o después se percibe en sus novelas una actitud vertebrada por la reflexión y el análisis de los comportamientos humanos y sus relaciones con la sociedad. No obstante, y ya desde los comienzos de su carrera, pueden destacarse en su obra otros mecanismos que proporcionan a la narración un sentido inequívoco de transformación

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Pormenores de un destrozo

En un elegante salón de San Petersburgo, a principio de 1865, Dostoievski habla de su experiencia literaria con una distinguida dama y sus dos jóvenes hijas, y describe cómo uno de sus personajes, en un momento de plenitud vital, empieza a sentir una inquietud que le lleva, finalmente, a recordar que hace muchos años terminó una noche de juerga violando a una niña de diez años. «¡Tenga piedad de nosotras! ¡Hay niñas delante!», exclama la madre. Unas semanas después, Dostoievski es rechazado como pretendiente por la mayor de las hijas. De este episodio, y de muchos más, se ha visto privado el lector de este libro. En efecto, sólo recoge cinco de los once capítulos

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Prótesis para las lenguas incompletas

Hace algún tiempo, la editorial Txalaparta traducía y publicaba un libro de relatos de Mia Couto: Cronicando. Ya entonces se indicaban las semejanzas no casuales que unían a este autor mozambiqueño con el uruguayo Eduardo Galeano. Esa intención gemela no se reducía al tratamiento innovador del lenguaje, sino que se contagiaba al estilo saltimbanqui, y a veces afectuosamente agresivo, con el que descomponían la realidad penosa de sus países y de sus compatriotas. Ambos han mestizado –porque las condiciones de vida se lo «permixigen»– el modo de entender la fractura que iba produciéndose a su alrededor. En la desgracia, ninguno de los dos quiso renunciar a la risa. Así combaten su propio dolor y alivian

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Cómo se demostró la conjetura de Fermat

Durante la última semana de junio de 1993, hace ahora poco más de cinco años, el correo electrónico entre científicos echaba humo, literalmente, a lo ancho de todo el mundo. Y pocos días después los periódicos y revistas más importantes se hacían eco del suceso, e informaban a sus lectores de la gran noticia procedente del «esotérico» mundillo de los matemáticos. La cosa valía la pena. Se trataba, nada menos, que de la resolución definitiva del más conocido quizás de todos los grandes problemas matemáticos de larga solera histórica: la demostración del llamado «último teorema de Fermat», que llevaba tres siglos y medio resistiendo ataque tras ataque de algunos de los mejores matemáticos del mundo

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