Ensayos RdL

En busca de la identidad perdida

¿Qué se puede escribir que no haya sido escrito ya sobre Alejo Carpentier? ¿Cómo establecer algo parecido a un balance sobre esa estatua del comendador de la literatura latinoamericana, esa vaca sagrada inamovible, el escritor culto por excelencia, el maestro de la novela épica, el que logró brindarle sus letras de nobleza a América Latina, integrando al subcontinente en el marco de la historia universal? ¿Cómo realizar una semblanza política o personal, a los dieciocho años de su muerte, cuando no se tuvo el privilegio de conocer al autor? Eso no es del todo cierto, en realidad. Yo vi a Carpentier en una ocasión, en París. Fue la primera y la última vez, en vísperas

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Las orillas del río

Dos escenas simétricas abren y cierran este libro. En ambas (un hombre en una, una mujer en otra) encontramos a alguien subido en una barca equidistante a las orillas de un río; la izquierda, donde está la iglesia negra rodeada de zarzas, y la orilla derecha, un gran jardín en cuyo centro se erige la iglesia blanca. Tanto el hombre como la mujer (que no reciben nombre alguno) están sometidos a fuerzas de atracción que les hacen desear, respectivamente, la orilla derecha y la izquierda, aunque una fuerza misteriosa les impide colmar sus anhelos. En estas dos estampas se concentran, no sólo los elementos fundamentales que configuran el sucinto paisaje del relato, sino algunas de

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El mundo que nos espera

Quizá, desde nuestra miope perspectiva urbana, nos cuesta aceptar que nuestra civilización, igual que la egipcia, la sumeria o la maya, se basa en la agricultura. Ya hay escuelas, incluso en la supuestamente agrícola España, que llevan a sus alumnos de visita al campo para enseñarles que los guisantes crecen dentro de vainas y no en el interior de latas, que las manzanas se cogen de los árboles y que las patatas fritas proceden de tubérculos que crecen rodeados de tierra y piedras. Hay que insistir, para que se acepte con una cierta sorpresa, en que nuestra sociedad tecnificada y opulenta se basa en la abundancia de alimentos que, directa o indirectamente, proceden de plantas

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De la fascinación jurídica a la obsesión democrática

Ralf Dahrendorf observó hace ya tiempo que el mundo jurídico ejercía sobre Jürgen Habermas «una gran fascinación», hasta el punto de «convertirse en los últimos años en el tema central de sus investigaciones». Ese mismo autor aventuraba entonces una explicación plausible: la doble mirada lanzada por Habermas sobre el derecho le permite verlo «como una forma esclerotizada de acuerdo sobre cuestiones básicas de la convivencia social, pero también como el reto siempre nuevo en el difícil proceso de legitimación mediante razones» Ralf Dahrendorf, «Zeitgenosse Habermas», en Merkur, n.º 6, 1989, pág. 480. . Si queremos profundizar algo más en el porqué de esa fascinación intelectual, nos encontramos con todo un cúmulo de razones que podemos

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