Ensayos RdL

Descartes ha muerto: Dios es un neuropéptido

El título de esta reseña pretende llamar la atención del lector sobre lo que está ocurriendo en el fascinante mundo de las neurociencias. Y al mismo tiempo hacer constar que entre los neurocientíficos, en esta década, se ha puesto de moda un filósofo como René Descartes. Primero fue Antonio R. Damasio con su famoso libro El error de Descartes (Descartes' Error, Avon Books, Nueva York). Según Damasio, el error de Descartes sería no haber visto que las emociones juegan un importante papel en la práctica de la racionalidad o, lo que es lo mismo, que las emociones forman parte de lo que llamamos cognición. Ahora llega Candance B. Pert, con un libro autobiográfico que trata

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La vocación de escribir

De mar a mar se titula el epistolario entre Rosa Chacel y Ana María Moix, y el salto de una a otra orilla, desde Río de Janeiro a Barcelona, forma un puente de comunicación tan seductor como intenso, tan bello como eficaz. Una aspirante a novelista de dieciocho años, descubre a una escritora exiliada (que cuenta sesenta y siete) y le envía una carta. Ésta la recibe con entusiasmo, porque «su arrojo para escribirme, sin pereza ni inhibición de ningún género, me traen el testimonio de que España existe y continúa», y contesta con idéntico ímpetu. Así empieza lo que ahora, recogido en forma del libro por Ana Rodríguez Fisher, autora, además, del excelente prólogo,

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Georges Perec: el lugar del exilio

Toda la obra del francés Georges Perec está pensada para rellenar un vacío insoportable: la angustia que desde el mismo momento de tener conciencia de sí mismo y las circunstancias de su vida (su padre murió en la guerra, siendo un niño, su madre y sus dos abuelos, todos ellos judíos, fueron deportados y también murieron) le embargó. Así resume, en el último párrafo del libro ahora aparecido, traducido por primera vez a nuestra lengua, Especies de espacios, de 1974, ese impulso continuo, voraz, compulsivo, casi frenético, la escritura, que igualmente siempre le dominó: «Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente,

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En favor de la complejidad

La práctica de la comparación comienza «a partir del momento en que nos es familiar más de un poeta, en que somos lectores de más de un libro», escribía, en 1921, Fernand Baldensperger. Tan sencilla verdad tendría que ser recordada necesariamente, a mi juicio, cada vez que se habla de comparatismo, no porque la literatura comparada exija hoy justificación alguna (se trata de una disciplina que cuenta con una larga y muy rica autolegitimación teórica), sino porque una reflexión como la de Baldensperger –vieja y reconocida autoridad en la materia, por lo demás– ha sabido situar el comparatismo no ya únicamente en el plano de la pura evidencia crítica, sino también en el de la

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