Ensayos RdL

La violencia de ETA contra los empresarios

La violencia terrorista se manifiesta de muchas maneras. No empieza y acaba en el asesinato, aunque el acto de matar sea la característica fundamental del terror. Las organizaciones terroristas requieren de un entorno que las sostenga material e ideológicamente. Alguien tiene que financiarlas para que puedan llevar a cabo sus propósitos. En el caso de la organización terrorista ETA, es sabido que extorsionó durante años a empresarios vascos, de quienes obtenía el mal llamado «impuesto revolucionario». De esta forma conseguía, además de los recursos económicos, la complicidad y, en definitiva, el apoyo de quienes cedían ante sus amenazas. El tema de la financiación o, por decirlo sin eufemismos, de la extorsión empresarial, es un aspecto del terrorismo etarra que no había sido suficientemente estudiado hasta que se decidieron a hacerlo un grupo de estudiosos de la Universidad de Deusto. El resultado es el libro titulado Misivas del terror, un análisis sociológico, político y ético, riguroso y exhaustivo, que tiene como base empírica las cartas de extorsión enviadas a los empresarios, un conjunto de entrevistas realizadas a los afectados y testimonios diversos, además de toda la documentación académica o mediática que ha podido recogerse relativa al tema.

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Elogio de la mentira: la cuestión catalana

Advertencia: Los acontecimientos que están viviéndose en Cataluña se sustentan en buena parte, como pretende explicar esta Discusión, en palmarias falsedades, muchas de ellas de carácter histórico. Por ello he intentado ofrecer al lector un Apéndice que, con el título «Fechas, hechos y personajes en la historia de Cataluña», recoge esencialmente hechos contrastados y no manipulados. Pido de antemano disculpas por algún posible error, en todo caso no intencionado.

Afirmo, para comenzar, que no me duele –muy al contrario– reconocer la semejanza del título de estas modestas reflexiones con la famosa obra de Erasmo y ello por una doble razón: primero, porque en ocasiones su libro se tradujo como Elogio de la estulticia –y de esto ha habido mucho en el llamado «pleito catalán»– y, segundo, porque su autor se mostró siempre como un firme defensor del libre albedrio frente a la dogmática defensa del sometimiento de este a la voluntad divina. Y en estos meses los gobernantes catalanes no sólo han intentado confundir a propios y extraños con sus mentiras, sino que, además, han impuesto un ambiente inquisitorial sobre quienes osaban contradecir sus falsedades. Pero hecha esta declaración inicial volvamos al asunto que provoca estas reflexiones.

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La propiedad y sus enemigos

Estamos ante un libro anómalo, tanto para bien como para no tan bien. Impresionan de él no sólo la cantidad de páginas (o posiciones de lectura si se ha leído en versión digital, la única que ofrece actualmente su editorial), sino también la casi estremecedora erudición, la meticulosa lucidez del autor y lo bien que escribe. A lo largo de su lectura pasamos por tramos de historia de la religión al lado de otros de historia económica y de historia de las ideas económicas; hay trechos ocupados por pequeñas (y no tan pequeñas) semblanzas biográficas junto a otros de historia de la filosofía y de historia a secas, tout court. Todo ello forma una macedonia de lo más apetecible y en la que no corres riesgo de perderte, porque el hilo conductor es la historia del comunismo, como idea y como intento de llevar a la realidad esa idea.

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¿Qué sucedió en Wittenberg?
Lutero, 500 años después

¿Existe un momento más icónico en la historia de Europa? Un monje clava una hoja de papel en una puerta y pone en marcha una cadena de acontecimientos que fragmentan la Cristiandad. Para algunas personas, este hecho viene a marcar el comienzo del mundo moderno. Para otras, educadas en la historia confesionalizada con que se encuentra inevitablemente asociada, es el momento en que la conciencia individual arremetía por primera vez contra la autoridad recibida, la fe contra la superstición, la razón contra el miedo. La fecha es el 31 de octubre de 1517; el lugar, Wittenberg, una poco atractiva localidad a orillas del río Elba, al noreste de Alemania, lugar de residencia de la rama más antigua de los príncipes de la Casa de Wettin de Sajonia, que son, además, electores imperiales. El monje, que tiene treinta y tres años, pertenece a la orden eremética de los agustinos, lo que quiere decir que era un tipo de monje muy particular. El hecho consiste en clavar en la puerta de la Schlosskirche, la iglesia vinculada al castillo de Wittenberg, una lista de noventa y cinco proposiciones contra las enseñanzas papales sobre las indulgencias a fin de que sean objeto de debate.

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El Tractatus, irreconocible

No hay modalidad de trabajo en filosofía que no exija una gran seriedad y que no implique una inmensa responsabilidad por parte de quien aspira a participar en la gran labor colectiva que es la actividad filosófica profesional. Ello incluye a quienes vierten un texto clásico a un idioma distinto del original. Hablar de responsabilidades implica enumerar una serie de condiciones. El traductor responsable es quien pasa dichos exámenes, esto es, quien satisface las condiciones de que se trate. ¿Qué condiciones son esas? Desde luego, «conocer» el idioma del cual se traduce. Nadie discutirá este punto. Ahora bien, esta condición, siendo necesaria, dista muchísimo de ser suficiente. ¿Qué otras condiciones han de cumplirse? Una esencial, es que el traductor conozca su propio idioma. Es obvio que la mera fluidez en el lenguaje oral no basta para garantizar elegancia y belleza literarias. Una tercera condición sine qua non, para tener el derecho moral de atreverse a traducir una obra de valor universal, es saber de lo que está traduciéndose. 

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1917: la Revolución Rusa y su época

La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa fueron los acontecimientos seminales del arranque del siglo XX, ambos con consecuencias enormemente destructivas. Habrían de tener profundas repercusiones en las décadas posteriores y sus resultados indirectos perduran incluso en el siglo XXI. La Primera Guerra Mundial dio lugar al totalitarismo comunista y al fascismo y, en última instancia, a un conflicto global incluso mayor y más costoso. Las consecuencias combinadas de estas múltiples catástrofes produjeron más adelante la Guerra Fría, que no concluiría hasta 1991, una fecha invocada por algunos historiadores como el cierre del «breve siglo XX» de Europa iniciado en 1914.

La revolución en su consumación bolchevique puso fin al desarrollo orgánico de una importante cultura mundial, la de la Rusia ortodoxa, y produjo el nuevo modelo de la dictadura de partido único, el totalitarismo estructural y el comunismo de Estado, cuyos efectos siguen sintiéndose en partes fundamentales del mundo aún a día de hoy, adoptando su forma más destructiva en el caso del Estado canalla de Corea del Norte. El intento de crear una Rusia liberal y democrática después del comunismo ha demostrado ser un fracaso. En el siglo XXI, Rusia no es, en ciertos aspectos esenciales, ni tan libre ni tan progresista como lo era en 1914. Ha resultado ser extremadamente difícil trascender por completo los efectos de 1917.

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