Ensayos RdL

Detalles de pintura

En La vista de Delft del pintor holandés Johannes Vermeer hay un recuadro de pintura amarilla que representa un tejado de una de las casas de la ciudad. Este «pequeño lienzo de pared amarillo» se ha convertido en uno de los «trozos de pintura» más literarios de la historia. En En busca del tiempo perdido, Proust sitúa la muerte del escritor Bergotte en el momento en que éste se halla ante esta obra. Maravillado por esa pared, «que era como una preciosa obra de arte china», Bergotte sufre intensamente la amargura de sus carencias: «así debería haber escrito yo». También el poeta Rainer Maria Rilke se deja seducir por un trozo de pintura, en este

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Roger Fry revela a Paul Cézanne

Desde que Adán y Eva cataron el fruto del árbol de la Ciencia y descubrieron la vergüenza de la desnudez, la manzana no había vuelto a ser causa de un cataclismo semejante en la historia del hombre. Sólo con las manzanas pintadas por Cézanne llegó ese segundo episodio de la historia de una fruta cuyo efecto sobre la sensibilidad humana resultó proverbial. Sus manzanas son al arte moderno lo que el arado a la civilización neolítica. Tras la muerte de Paul Cézanne en 1906 los pintores se pelearon por su herencia, porque su pintura era algo comparable al descubrimiento del cero en la aritmética o a la invención del envasado al vacío en la industria

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La importancia de llamarse Ernst

De Saint-Pol-Roux (1861-1940), uno de los poetas más venerados por los surrealistas franceses (Breton le dedicó en 1923 su libro Clair de terre), se decía que cada noche, antes de irse a dormir, colocaba en la puerta de su casa un letrero que advertía: «El poeta está trabajando». El sueño, junto con la revolución, son las dos grandes obsesiones de los surrealistas. Y el psicoanálisis y la política fueron sólo dos herramientas que utilizaron libremente para llevar a cabo una profunda investigación cuyo fin era cambiar la vida (en el sentido que anhelaba Rimbaud) como paso previo para cambiar el mundo (como expresaba Marx en las Tesis sobre Feuerbach). Sueño y revolución es precisamente el

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El último gran poema griego

La literatura griega antigua comienza con la Ilíada en el siglo VIII a. C. y concluye con las Dionisíacas de Nono (o Nonno) de Panópolis, a mediados del siglo V d. C. Es decir, unos mil doscientos años separan el primer poema épico conservado de este último producto de esta brillante tradición poética. Doce siglos después de Homero, Nono de Panópolis –una ciudad egipcia del curso medio del Nilo– compuso su gran epopeya siguiendo las pautas del más antiguo de los géneros literarios. Los mitos griegos y los dioses y héroes clásicos vuelven con todo su esplendor en los hexámetros del poema de Nono, más extenso que sus arcaicos paradigmas. Las Dionisíacas, con sus cuarenta

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El origen divino de la cultura griega

Signo inequívoco de la actualidad y del carácter transgresor de este ensayo escrito por el filólogo alemán Walter Friedrich Gustav Hermann Otto (1874-1958), especialista renombrado en religión y mitología griega, es su publicación en otra editorial española, más de medio siglo después de que viera la luz por primera vez en 1956. El estudio supuso en su momento –y supone, sin duda– un cambio de dirección o de punto de vista sobre el tan analizado fenómeno de la religión griega. Otto parte del presupuesto de que todas las creaciones griegas (literatura, arquitectura, escultura, etc.) que actualmente entusiasman y causan devoción han surgido de lo divino: la forma divina espiritual fue la que despertó la fuerza

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¿Hacer ciencia o hacer patria?

Un químico o un biólogo actuales entenderán con dificultad que este año tocara escribir sobre la ley de X o el problema de Y, porque hace doscientos años que X o Y nacieron, murieron o publicaron su obra maestra. Si esa ley o ese problema están hoy superados, o dieron ya de sí todo lo que tenían que dar, puede haber razones nostálgicas, pero no científicas, para evocarlos…

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