Ensayos RdL

Placer para todos

Todos los cuentos reúne en un volumen los cinco libros de relatos publicados hasta la fecha por Cristina Fernández Cubas. Aquí se encuentran desde el ya legendario Mi hermana Elba (1980) hasta el más reciente Parientes pobres del diablo (2006), sin olvidar Los altillos de Brumal (1983), El ángulo del horror (1990) y Con Agatha en Estambul (1994). También incluye el homenaje a Edgar Allan Poe titulado «El faro» (1997), un relato que, aunque no forma parte de ninguno de los títulos anteriores, se integra en el conjunto con absoluta naturalidad. El origen de «El faro» se encuentra en un encargo que hizo la editorial Áltera a varios autores, entre ellos a Fernández Cubas. Partiendo

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Contra la inercia

¡No diga Gustavo Bueno, diga controversia! Tal parece ser el lema oficioso con que la industria editorial española y su público vienen acogiendo, de un tiempo a esta parte, las obras del prolífico filósofo riojano. Y, desde luego, algo de extraño tiene que un pensador marxista no precisamente accesible –alguien, en fin, que maneja conceptos como cierre categorial o tratamiento científico betaoperatorio– sacuda a una opinión pública tan poco esforzada como la nuestra. Sin duda, el fenómeno puede explicarse en razón de los temas abordados por su obra más reciente –que van desde el «pensamiento Alicia» del presidente Zapatero hasta la idea de España, pasando por la telebasura– antes que por el tratamiento que reciben.

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Sólo falta el mayordomo

Yo creo que a estas alturas de la película «planetaria» no cabe rasgarse las vestiduras por la falta de limpieza del asunto. El premio es tan de encargo que si algún año recae en alguien que pasaba por allí, como cuando el vencedor fue Juan Eslava Galán por un más que interesante En busca del unicornio, no hubo sino que esperar doce meses para que fuese premiado quien había llegado tarde a la convocatoria prevista para él. En este caso, Gonzalo Torrente Ballester y su Filomeno a mi pesar. Esto es así, repito, y por ello sorprendió que Juan Marsé se retirase haciendo aspavientos de un jurado, encargado de fallar un premio tan previsible, del

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El nacimiento del poder público

En sus enigmáticos escritos sobre filosofía de la historia, Walter Benjamin reparaba en una escena peculiar: aquella de julio de 1789 en la cual, por un momento, los revolucionarios que recorren en armas las calles de París dejan de apuntar con ellas a sus enemigos de clase y comienzan a disparar contra los relojes de las torres de la ciudad. Benjamin consideraba esta imagen como el punto máximo de la «conciencia histórica», la conciencia de la inauguración de un tiempo nuevo. Aun aceptando esta sugerente interpretación, el sentido de la escena no está del todo claro: ¿qué pretendían aquellos disparos? ¿Detener el tiempo? Del tiempo «antiguo» solemos repetir este tópico: que es «circular» y cíclico,

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Un jardinero solitario

Este libro comienza un día de junio a las 7.20 de la mañana en la ciudad de Madrid, cuando Ángel Santiesteban abre los ojos. Este libro termina ese mismo día al anochecer, cuando Ángel Santiesteban se entrega al sueño. Un día: El día de hoy. Y ¿qué pasa durante ese día en la vida de Ángel Santiesteban, jardinero, antiguo maestro y ex seminarista, separado, un hijo, un perro, una vida precaria? En grandes términos, no pasa nada, sólo la vida; es decir, un montón de cosas sin la menor importancia.   El día de hoy es una sucesión de microepisodios cotidianos reunidos por la conciencia del protagonista, quien se esfuerza por conciliar su vida de

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La búsqueda de la vera religión cívica

Es curioso observar cómo y hasta qué grado desvarían en temas de religión los hispánicos, esto es, quienes han conocido el marchamo de la indeleble marca del Caín español, en todas sus variedades simpáticas, empáticas y antipáticas. Tal señal es sencilla de describir, pero compleja de detallar: la hispánica es –y siempre ha sido– una cultura sin el menor respeto por la reciprocidad. Todos se creen en posesión de la Verdad, única y exclusiva, y, además de poseerla, pretenden imponerla a los demás que, por supuesto, van errados. En consecuencia, ni se sabe delegar ni, mucho menos, ceder. Luego, tampoco se sabe apreciar ni entender la diferencia existencial entre lo privado y lo público, que

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