Ensayos RdL

Santayana, rescatado

Sirvan estas notas para destacar una curiosa coincidencia que acaso tenga carácter de síntoma: en el tráfago de las tan necesarias novedades editoriales, he aquí que dos de ellas dan notas de fondo que armonizan entre sí. Nada menos que dos insignes profesores ya jubilados –suficientemente conocidos y muy prolíficos ambos–, Ignacio Gómez de Liaño y John Gray, coinciden en mostrar una de sus fuentes de inspiración, la del filósofo madrileño Jorge Santayana, más conocido quizá como George Santayana. Dado que seguramente los dos libros habrán merecido reseñas de forma independiente, me centraré en los puntos de contacto entre ellos, que van más allá del citado Santayana.

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Economía mundial: tras diez años, sigue el miedo

Han pasado doce años, pero la crisis financiera que emergió en el verano de 2007 mantiene su poder intimidatorio. Desde luego en la eurozona, donde la economía ha demostrado ser la más vulnerable y cuyo sistema financiero sigue percibiéndose como frágil. Cuando se concluían estas notas (primera semana de marzo de 2019) el Banco Central Europeo se vio obligado a adoptar de nuevo algunas de las decisiones excepcionales de inyección de liquidez instrumentadas durante la gestión de la crisis que parecían ya definitivamente confinadas a los archivos de los historiadores económicos. Es cierto que la renovada debilidad de la eurozona no puede explicarse únicamente por las secuelas directas de aquella crisis. Ello dicho, hay que añadir que las tensiones proteccionistas que hoy sufre la economía global o el propio Brexit, identificados como algunas de las razones del actual estancamiento europeo, no son en modo alguno ajenos a las más genéricas, pero no menos relevantes, consecuencias políticas y sociales de la crisis. Junto al Banco Central Europeo, los bancos centrales más importantes del mundo han interrumpido recientemente la senda de «normalización» de sus políticas monetarias, acentuando la vigilancia ante posibles inflexiones en una recuperación del crecimiento económico que hoy vuelve a revestirse de precariedad. Resurge, en fin, el temor a otra crisis.

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De genes, planos, adivinos y psicología

Aparentemente no queda nadie científicamente relevante que defienda el determinismo genético. Nadie con los suficientes conocimientos de biología cree que, al menos en lo que se refiere a los rasgos complejos del ser humano o de otros primates, particularmente los que tienen que ver con la conducta social, con la inteligencia y con aspectos psicológicos y de la personalidad, los genes lo sean todo y el ambiente no importe nada. De hecho, nadie bien informado ha mantenido nunca una postura tan insensata, y si hubiera habido alguien en el pasado, hoy todos los investigadores se adhieren al consenso científico acerca de la interacción entre genes y ambiente para explicar cualquier rasgo fenotípico en cualquier organismo. Eso sí, una vez aceptado dicho consenso, se supone que a nadie debería escandalizarle que la ciencia descubra mediante rigurosa investigación empírica que para unos rasgos los genes importan más que para otros.

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¿Vuelve la Guerra Fría?

«Fue un sistema bajo el que vivimos bastante felizmente durante cuarenta años»Declaraciones de Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, a Timothy Garton Ash, recogidas en “Intellectual Odyssey. Conversation with Timothy Garton Ash”, Institute of International Studies, UC Berkeley, 4 de abril de 1996.. Douglas Hurd, secretario del Foreign Office británico, rindió este pequeño homenaje a la Guerra Fría en diciembre de 1989, apenas unos días después de que la caída del Muro de Berlín pusiera fin a aquella época. Llama la atención que este destacado miembro del gobierno conservador de Margaret Thatcher tardara tan poco en reivindicar el mundo bipolar surgido de la victoria sobre el fascismo en 1945. Tal vez sorprenda menos si recordamos la Guerra Fría como una forma relativamente previsible de gobernanza mundial, que contaba con unas reglas del juego más o menos claras, unas áreas de influencia definidas y dos bloques antagónicos poco dispuestos a poner en riesgo su propia existencia por satisfacer un primario impulso hegemónico. Ese elemento de autocontención basado en lo que entonces se llamó la «destrucción mutua asegurada» (también conocida por su acróstico en inglés: MAD) actuó como un poderoso factor de estabilidad, capaz de frenar los bajos instintos de las principales potencias y de reconducir la tensión internacional cuando amenazaba la paz mundial, como ocurrió con la crisis de los misiles en 1962. Supo verlo muy bien Raymond Aron ya en 1948 al titular uno de los capítulos de su libro El gran cisma: «Paz imposible, guerra improbable»Raymond Aron, Le grand schisme, París, Gallimard, 1948..

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Carácter y destino: una lectura de Luis Cernuda

«No me queréis, lo sé, y que os molesta / Cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende. / ¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?» Así comenzaba Cernuda el que iba a ser el poema que cierra Desolación de la Quimera, su último libro, que está transido de una suerte de rencor acumulado, de desazón irresuelta, aunque también de gratitud y una ironía satírica que no había cultivado antes en sus versos. ¿A qué se debe esa amargura final? ¿Contra quién arremete después de que, en sus poemarios anteriores, pareciese hallar un equilibrio sereno que, visto en perspectiva, se antoja más como una excepción que como un estado de madurez y aceptación definitivo? Quienes lo conocieron hablaban de él como de un hombre frío, inadaptado, desabrido; víctima de una especie de inquietud que lo corroía por dentro; incómodo consigo mismo y, por tanto, con el mundo. María Zambrano le dijo directamente que siempre se había comportado como un erizo, que jamás había sabido darse ni dejarse querer. 

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Tintín: retrato del héroe adolescente

Tintín es un mito del siglo XX. Su moral de scout ha inspirado a varias generaciones de lectores con edades comprendidas entre los siete y los setenta y siete años. Nacido en Etterbeek (Bélgica) en 1907, Georges Remi, mundialmente conocido por el seudónimo artístico de Hergé, se incorporó al movimiento scout de niño. De padre valón y madre flamenca, primero perteneció a los scouts laicos, pero tras su confirmación en la iglesia de Sainte-Gertrude y su ingreso en el colegio arzobispal de Saint-Boniface, pasó a los scouts católicos, presionado por sus padres. Siempre recordaría ese cambio como una deslealtad. Explorador competente y con dotes de liderazgo, será nombrado jefe de patrulla y se le asignará el apodo de «Zorro Curioso» como tótem, de acuerdo con la tradición scout de copiar las costumbres de los pueblos nativos de Estados Unidos. Durante los campamentos de verano, viajará a Italia, Suiza, Austria y España. Entre julio y agosto de 1923, cruzará los Pirineos, pasando por Lourdes. Casi trescientos kilómetros a pie, una experiencia física y espiritual que echará raíces en su interior, inculcándole un exigente rigor moral. En sus célebres conversaciones en Bruselas con Numa Sadoul a principios de los años setenta, reconocerá: «Tintín nació, ciertamente, de mi deseo inconsciente de ser perfecto, de ser un “héroe”».

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